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jueves, 17 de diciembre de 2009

Segunda oportunidad

Paulo Coelho…….. La segunda oportunidad

*Las Sibilas, hechiceras capaces de prever el futuro, vivían en la antigua Roma. Cierto día, una de ellas apareció en el palacio del emperador Tiberio con nueve libros; dijo que allí estaba escrito el futuro del Imperio, y pidió diez talentos de oro por los textos. A Tiberio le pareció un precio elevadísimo y no los quiso comprar.
• La Sibila se marchó, quemó tres libros, y regresó con los seis restantes. “Cuestan diez talentos de oro”, dijo. Tiberio soltó una carcajada, y la echó del palacio. ¿Cómo se atrevía a vender seis libros por el precio de nueve?
• La sibila quemó tres libros más y volvió ante Tiberio sólo con los tres volúmenes que habían restado: “También cuestan diez talentos de oro”. Intrigado, Tiberio acabó comprando los tres volúmenes, y sólo pudo leer una pequeña parte del futuro.
• Estaba contándole esta historia a Mónica, mi agente y amiga, mientras íbamos en coche a Portugal, y al terminar me di cuenta de que estábamos pasando por Ciudad Rodrigo, en la frontera con España. Justamente allí, cuatro años atrás, alguien me había ofrecido un libro, y yo no lo había querido comprar.
• Durante el primer viaje de divulgación de mis libros en Europa, había decidido almorzar en aquella ciudad. Después fui a visitar la catedral y encontré a un padre. “Vea como el sol del atardecer hace todo más bonito aquí adentro”, me dijo. Me gustó el comentario, conversamos un poco, y él me guió por los altares, claustros y jardines interiores del templo. Al final, me ofreció un libro que había escrito sobre la iglesia, pero yo no lo quise comprar. Cuando salí, me sentí culpable; yo era escritor, estaba en Europa tratando de vender mi trabajo: ¿por qué no comprar el libro del padre, por solidaridad? Pero después olvidé el episodio. Hasta aquel momento.
• Paré el coche; no me había acordado de la historia de los libros sibilinos por casualidad. Nos dirigimos a la plaza que hay frente a la iglesia, donde una mujer estaba mirando al cielo.
- Buenas tardes. Estoy buscando a un padre que escribió un libro sobre esta iglesia.
- Ese padre, que se llamaba Estanislao, se murió el año pasado – me respondió ella.
• Sentí una inmensa tristeza. ¿Por qué no habría dado yo al padre Estanislao la misma alegría que sentía yo cuando veía a alguien con uno de mis libros?
• Fue uno de los hombres más bondadosos que conocí – continuó la mujer. Venía de familia humilde, pero llegó a ser especialista en arqueología. Ayudó a conseguir para mi hijo una beca en el colegio.
• Le comenté a ella lo que me había llevado allí.
- No se culpe inútilmente, hijo mío – dijo. Vaya a visitar otra vez la catedral.
• Pensé que era una señal, e hice lo que me mandaba.
• Sólo había un padre en un confesionario, esperando a los fieles que no acudían. Me dirigí hacia él, que me hizo una seña para que me arrodillase, pero yo le interrumpí.
- No quiero confesarme; sólo vine a comprar un libro sobre esta iglesia, escrito por un hombre llamado Estanislao.
• Los ojos del padre brillaron. Salió del confesionario y volvió minutos después con un ejemplar.
- Qué alegría que haya venido para esto! – me dijo. – ¡Soy hermano del padre Estanislao, y esto me llena de orgullo! ¡Él debe de estar en el cielo, contento al ver que su trabajo es apreciado!
• Con tantos padres por allí, yo había encontrado justamente al hermano de Estanislao. Pagué el libro y le agradecí. Él me abrazó. Cuando iba saliendo, escuché su voz.
- “ Vea como el sol del atardecer hace todo más bonito aquí adentro” – me dijo.
• Eran las mismas palabras que el padre Estanislao me había dicho cuatro años… antes.
¡Siempre hay una segunda oportunidad en la vida ¡